martes, 7 de abril de 2020

Emperadores cristianos que sucedieron a Constantino

Agustín se convirtió en obispo

Hecho "presbítero" (aproximadamente = sacerdote, pero con menos autoridad que el clero moderno de ese título) en Hipona en 391, Agustín se convirtió en obispo allí en 395 o 396 y pasó el resto de su vida en ese cargo, muriendo el 28 de agosto de 430. Hipona era una ciudad comercial, sin la riqueza y la cultura de Cartago o Roma, y Agustín nunca se sintió completamente a gusto allí. Durante muchos años, viajó anualmente a Cartago durante varios meses del año, para realizar negocios eclesiásticos en un ambiente más acogedor para sus talentos particulares que el de su ciudad natal adoptiva.

Acuerda de orarle cada noche a Orula
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Talento natural de Agustín

La cultura de Agustín lo entrenó para el arte de la retórica: declarando el poder del yo a través del discurso que diferenciaba al orador de sus semejantes y que hacía que la multitud siguiera sus puntos de vista. Que la formación y el talento natural de Agustín coincidieron se ve mejor en un episodio en el que, a los 60 años, se encontró sofocando por la fuerza de la personalidad y las palabras un incipiente disturbio en una ciudad que estaba visitando. El estilo del retórico se mantuvo en su persona eclesiástica a lo largo de su carrera. Nunca estuvo exento de controversias que combatir, generalmente con otros de su propia religión. En sus años de rusticidad y al principio de su época en Hipona, escribió libro tras libro atacando a los maniquíes, una secta cristiana a la que se unió en su adolescencia y a la que abandonó cuando se volvió impolítico para permanecer con ellos diez años después.

Emperadores cristianos que sucedieron a Constantino

Durante los siguientes veinte años, desde los años 390 hasta los 410, estuvo preocupado por la lucha para hacer que su propia marca de cristianismo prevaleciera sobre todas las demás en África. La tradición nativa africana había caído en desgracia con los emperadores cristianos que sucedieron a Constantino y fue vilipendiada como cismática, marcada con el nombre de Donatismo por uno de sus primeros líderes. Agustín y su principal colega en la iglesia oficial, el obispo Aurelio de Cartago, lucharon una campaña astuta e implacable con sus libros, con su reclutamiento de apoyo entre los líderes de la iglesia, y con un cuidadoso llamamiento a la oficialidad romana. En el año 411, el emperador reinante envió un representante oficial a Cartago para resolver la disputa. Un debate público de tres días al que asistieron cientos de obispos de cada lado terminó con un fallo a favor de la iglesia oficial. Las consiguientes restricciones legales sobre el donativo decidieron la lucha a favor del partido de Agustín.

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